Entre los romanos los baños tuvieron gran importancia y constituían una especie de rito. Las termas o baños públicos rivalizaban por su arquitectura y esplendor con los más hermosos palacios. Había en ellos piscinas, gabinetes para masajes, gimnasios y baños de toda clase. Los más célebres y suntuosos fueron los de Agripa, de Nerón, de Trajano, de Adriano, de Dioclesiano y de Caracalla. En París, detrás del museo Cluny, se encuentran las ruinas de las termas edificadas bajo el reinado de Juliano, y en Roma se pueden todavía admirar, perfectamente restauradas, las termas de Caracalla, muy renombradas en la actualidad por los grandiosos espectáculos teatrales que allí se ofrecen durante el verano.
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