En el contexto del Estado zarista ningún movimiento reivindicativo aislado quedaba encerrado en sí mismo, sino que se transformaba en un ejemplo y un símbolo de resistencia y, de tal modo, realimentaba y daba origen a otros movimientos. Estos movimientos surgían en puntos no preconcebidos y tendían a expandirse en formas impredecibles; de tal modo, estaban más allá de la capacidad de regulación y organización de ninguna dirección política o sindical. Este es el sentido de "espontaneísmo" luxemburguiano. La unidad entre lucha económica y lucha política -es decir, la unidad de la clase obrera en cuanto a tal- es la resultante de ese movimiento de realimentación e interacción. Pero, a su vez, este movimiento no es otra cosa que el mismo de la revolución.
Es sólo en el aire caldeado del período revolucionario que todo pequeño conflicto parcial entre el capital y el trabajo puede dar lugar a una explosión general. En Alemania los choques más violentos, mas brutales entre trabajadores y patronos tienen lugar diariamente sin que la lucha sobrepase el límite de las ramas particulares, o de las ciudades particulares en las que ella tiene lugar, o incluso el de las fábricas individuales (...). Ninguno de estos casos (...) da lugar súbitamente a una acción general de clase. Y cuando se transforman en huelgas de masa aisladas que tienen una indudable coloración política, ellas no dan lugar a una tormenta generalizada.
Y este aislamiento y fragmentación no es un hecho aislado: es un efecto estructural del Estado capitalista, que sólo es superado en un clima revolucionario.
Pero esta explicación no es suficiente, ya que lo que está en juego no es tan sólo la complejidad y variedad propias de un disperción de luchas, cuando es contemplada desde el punto de vista de mira de un analista o un dirigente político, sino también la constitución de la unidad del sujeto revolucionario a partir de dicha complejidad y variedad. Y aquí el mecanismo de esa unificación está claro: en una situación revolucionaria es imposible fijar el sentido literal de cada lucha parcial, porque cada una de ellas es desbordada por su literalidad y pasa a representar, en la conciencia de las masas, un simple momento de una lucha más global contra el sistema.
La unidad de la clase obrera es, por tanto, una unidad simbolica.
En realidad asistimos aqui a la emergencia de un doble vacio. Pero hacer invisible un vacio no significa, desde luego, llenarlo.